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Nuestro corazón es el altar.

En la historia de Elías y los profetas de Baal leemos del reto para demostrar quién era el verdadero Dios. El dios que hiciera descender fuego del cielo, sería reconocido como el verdadero. A pesar de todo el esfuerzo que hicieron los profetas de Baal, no hubo respuesta. Pero Elías oró y aun no terminaba de orar cuando Dios respondió con fuego sobre el altar. La presencia de Dios es como ese fuego que enciende nuestra vida. Su presencia en nuestra vida es evidente, hace que otras personas nos vean y noten algo diferente en nosotros. Dios ha hecho milagros en nosotros al punto que esta resulta ser la mejor evidencia para que otros crean en el mismo Dios en el que hemos creído. Deja que su presencia sea siempre ese fuego en el altar de tu corazón, encendido por su amor y con su pasión para amar y servir a otros. 


Oración:


Señor te pido que mi corazón sea el altar que tu enciendes hoy con tu amor y tu Espíritu, para amar y servir a otros, y que ellos puedan ver lo que Tú puedes hacer en el corazón de los que se acercan a ti. En Cristo Jesús. Amén.


Ayuno:


El ayuno total es una medida extraordinaria para situaciones fuera de lo común, reservado para emergencias de orden espiritual, por lo que la persona que desee practicarlo debe estar completamente segura que de que es Dios el que la guía a realizarlo de lo contrario puede causar trastornos físicos importantes. Ejemplos de este tipo de Ayuno: Esdras 10:6, Ester 4:16, Deuteronomio 9:9, Hechos 9:9. Ayunar por más de tres días en este tipo de ayuno es muy peligroso, debido a que el cuerpo necesita líquidos. Busca consejo siempre antes de intentarlo.


1 Reyes 18:20-40 NTV


Entonces Acab convocó a todos los israelitas y a los profetas al monte Carmelo. Elías se paró frente a ellos y dijo: «¿Hasta cuándo seguirán indecisos, titubeando entre dos opiniones? Si el SEÑOR es Dios, ¡síganlo! Pero si Baal es el verdadero Dios, ¡entonces síganlo a él!». Sin embargo, la gente se mantenía en absoluto silencio. Entonces Elías les dijo: «Yo soy el único profeta del SEÑOR que queda, pero Baal tiene cuatrocientos cincuenta profetas. Ahora traigan dos toros. Los profetas de Baal pueden escoger el toro que quieran; que luego lo corten en pedazos y lo pongan sobre la leña de su altar, pero sin prenderle fuego.


Yo prepararé el otro toro y lo pondré sobre la leña del altar, y tampoco le prenderé fuego. Después, invoquen ustedes el nombre de su dios, y yo invocaré el nombre del SEÑOR. El dios que responda enviando fuego sobre la madera, ¡ese es el Dios verdadero!»; y toda la gente estuvo de acuerdo. Así que Elías dijo a los profetas de Baal: «Empiecen ustedes, porque son muchos. Escojan uno de los toros, prepárenlo e invoquen el nombre de su dios; pero no le prendan fuego a la leña». Entonces ellos prepararon uno de los toros y lo pusieron sobre el altar. Después invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, gritando: «¡Oh Baal, respóndenos!»; pero no hubo respuesta alguna. Entonces se pusieron a bailar, cojeando alrededor del altar que habían hecho.


Cerca del mediodía, Elías comenzó a burlarse de ellos. «Tendrán que gritar más fuerte —se mofaba—, ¡sin duda que es un dios! ¡Tal vez esté soñando despierto o quizá esté haciendo sus necesidades! ¡Seguramente salió de viaje o se quedó dormido y necesita que alguien lo despierte!». Así que ellos gritaron más fuerte y, como acostumbraban hacer, se cortaron con cuchillos y espadas hasta quedar bañados en sangre. Gritaron disparates toda la tarde hasta la hora del sacrificio vespertino, pero aún no había respuesta, ni siquiera se oía un solo sonido. Entonces Elías llamó a la gente: «¡Vengan acá!». Así que todos se juntaron a su alrededor, mientras él reparaba el altar del SEÑOR que estaba derrumbado. Tomó doce piedras, una para representar a cada tribu de Israel y usó las piedras para reconstruir el altar en el nombre del SEÑOR. Luego cavó una zanja alrededor del altar con capacidad suficiente para quince litros de agua. Apiló la leña sobre el altar, cortó el toro en pedazos y puso los pedazos sobre la madera. Luego dijo: «Llenen cuatro jarras grandes con agua y echen el agua sobre la ofrenda y la leña». Una vez que lo hicieron, les dijo: «¡Háganlo de nuevo!».


Cuando terminaron, les dijo: «¡Háganlo por tercera vez!». Así que hicieron lo que les dijo, y el agua corría alrededor del altar, tanto que hasta colmó la zanja. A la hora que solía hacerse el sacrificio vespertino, el profeta Elías caminó hacia el altar y oró: «Oh SEÑOR, Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, demuestra hoy que tú eres Dios en Israel y que yo soy tu siervo; demuestra que yo he hecho todo esto por orden tuya. ¡Oh SEÑOR, respóndeme! Respóndeme para que este pueblo sepa que tú, oh SEÑOR, eres Dios y que tú los has hecho volver a ti». Al instante, el fuego del SEÑOR cayó desde el cielo y consumió el toro, la leña, las piedras y el polvo. ¡Hasta lamió toda el agua de la zanja! Cuando la gente vio esto, todos cayeron rostro en tierra y exclamaron: «¡El SEÑOR, él es Dios! ¡Sí, el SEÑOR es Dios!». Entonces Elías ordenó: «Atrapen a todos los profetas de Baal. ¡No dejen que escape ninguno!». Entonces los agarraron a todos, y Elías los llevó al valle de Cisón y allí los mató.

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