Paren el mundo, ¡quiero bajarme!
- Julio Calderon
- 31 ago
- 2 Min. de lectura

Existe una historieta argentina muy famosa llamada Mafalda, creada por Quino entre 1964 y 1973. Muchos la conocieron en los periódicos, y aunque yo no soy fan de toda su sátira, hay frases que se quedaron grabadas en nuestra cultura. Una de ellas es la célebre: “¡Paren el mundo, que me quiero bajar!”.
En estos últimos meses esa frase me hace más sentido que nunca. Porque el mundo sigue su curso sin detenerse, sin importar si alguien está feliz, triste, de luto o celebrando. El calendario se repite, las fechas vuelven, y pareciera que la vida no se detiene para nadie. Y muchas veces sentimos que ese movimiento constante nos pasa por encima.
Lo curioso es que, aunque quisiéramos detenerlo, el mundo no se va a parar. El dolor personal no lo frena, tampoco la alegría. Eso puede ser frustrante, porque desearíamos que la vida hiciera una pausa para compartir nuestro sufrimiento o acompañar nuestra felicidad. Pero no lo hace.
Albert Camus, un filósofo francés, hablaba de lo que llamaba “lo absurdo”: el choque entre nuestro deseo de que la vida tenga sentido y la indiferencia del mundo. Él usó la historia de Sísifo, un hombre condenado a empujar una piedra montaña arriba una y otra vez, sabiendo que siempre rodaría hacia abajo. Camus decía que, a pesar de lo absurdo, podemos elegir cómo vivirlo: no resignándonos, sino encontrando un sentido en medio de la rutina.
Tal vez esa es la clave. No podemos detener el mundo, pero sí podemos aprender a vivir en medio de su movimiento imparable. No se trata de fingir felicidad ni de escapar del dolor, sino de valorar los momentos reales que tenemos: abrazar, compartir, disfrutar, agradecer. Porque un día ya no estaremos aquí, y sin embargo, el mundo seguirá girando.
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